INVITADO DE BODA
El recuerdo de aquella noche todav韆 invade mis sue駉s. Se podr韆 decir que all� fue donde comenz� todo. Era la noche de bodas de mi hermana 蒷ise. Yo tendr韆 apenas poco m醩 de nueve inviernos, pero la edad no me impedir韆 lograr mi objetivo. Enfrente m韔 una gran canasta repleta de las manzanas m醩 rojas que haya visto reposaba sobre una mesa. El reflejo de las antorchas en su suave corteza les otorgaba un aspecto sobrenatural. La brisa levantaba y meneaba las hojas marchitas, algunas hasta enred醤dose en mis cabellos; pero tambi閚 llevaba el dulce aroma de aquellas manzanas a mis cavidades. Fue respirar hondo y me hall� en el porche de la casa de mi abuela, sentado en una mecedora, y degustando unas deliciosas manzanas cubiertas de miel mientras ella me relataba las historias m醩 delirantes y divertidas. Pero a pesar de aquel feliz y fugaz recuerdo, no pude evitar entristecerme, puesto que mi abuela ya no estaba entre nosotros. Mi hermana y yo sol韆mos pasar mucho tiempo con ella, as� que decid� agarrar las dos mejores manzanas que pude encontrar para poder disfrutarlas con 蒷ise en su memoria. Cruzar aquel lugar era todo un desaf韔, pues deb韆 abrirme paso entre un mar de gente —la mayor韆 desconocida para m�— que no paraba de gritar, re韗, bailar; las vibraciones de la tierra recorr韆n todo mi cuerpo debido al fervor que aquellas personas ten韆n al bailar. Aunque no era lo 鷑ico que hab韆. Mi peque馻 nariz logr� captar los aromas del pollo, cerdo, vino, cerveza, y varias cosas que no reconoc�; era como un festival de olores que te inundaba los sentidos. Qui閚 dir韆 que aquella finca al oeste del reino de Francia provocar韆 tanto alboroto. No mentir韆 si dijera que, aun con todas aquellas sensaciones, mi mente estaba enfocada en una sola cosa: llegar hasta mi hermana. Tras recorrer un largo estrecho, finalmente di con ella. Estaba sentada en una banca, y enfrente hab韆 una larga mesa repleta de los m醩 exquisitos de los manjares. Ella re韆 como si su vida le fuera en ello, y a su lado, su prometido —Thomas si mal no recuerdo— re韆 con ella. Me abr� paso por el gent韔, no sin dificultad, y luego de lo que pareci� una eternidad, por fin me encontraba a su lado.
Jam醩 olvidar韆 su mirada tan dulce y preciosa. Sus labios formaban una sonrisa que imitaba a la de las madres cuando les dec韆 a sus reto駉s que todo iba a estar bien luego de haberse lastimado la rodilla. La felicidad que emanaba de ella era sumamente contagiosa. Me sent� a su lado y sent� el suave aroma a fresca lavanda del perfume que le regal� madre para usar en las m醩 especiales de las ocasiones. Aunque, debo decir, eso no le imped韆 usarlo cada que tuviese la oportunidad. Sus ojos, azules como el m醩 puro de los zafiros, se encontraron con los m韔s, e instintivamente, una sonrisa se asom� por la comisura de sus labios. Le ofrec� una de las manzanas, y tras agarrarla con delicadeza, postr� su mano derecha en mi cabeza. Acerc� su bello rostro al m韔 y me susurr� al o韉o: Mi querido Fran鏾is. Sabes que yo tambi閚 la extra駉. Gracias por compartir esta manzana conmigo. Jam醩 olvidar� este hermoso gesto. La piel se me eriz�, pues sab韆 que esas palabras eran solo para m�. En mi rostro se form� una amplia sonrisa y, como perfectos hermanos, degustamos la manzana al un韘ono. La verdad es que simplemente un gesto que hice de coraz髇. No pod韆 evitar llenarme de felicidad saber que mie hermana hab韆 encontrado a alguien que la amase y admirase tanto como yo. Le deseaba lo mejor en la vida.
Pasaron segundos, segundos devenidos en minutos, minutos devenidos en horas. Los arpistas tocaban y los trovadores cantaban. Juegos e historias llenaban la finca y las risas inundaban el aire. Y luego estaba 蒷ise, bailando y cantando y riendo. Jam醩 la hab韆 visto tan llena de vida. Antes de darme cuenta, me encontraba bailando con ella. Como si la m鷖ica nos hubiera pose韉o y obedeci閞amos sus divertidas 髍denes. Era incre韇le; mi hermana bailaba conmigo. a! No pod韆 creerlo. Ahora, siendo un hombre mayor, me doy cuenta que no fue la gran cosa. La novia bailando con su hermano peque駉. Pero, aun as�, aquella sensaci髇 quedar韆 conmigo hasta el fin de mis d韆s. Completamente indiferente de todo lo que me rodeaba salvo 蒷ise, se me escap� el momento en que un hombre —envuelto por el abrazo de una capa m醩 negra que la noche misma, y una capucha que deja su rostro sumido en perpetua sombra; montando un oscuro semental tan bello, que dejaba en rid韈ulo a aquellos presentados en las grandes historias y gestas caballerescas—, llegaba a la celebraci髇. Al principio, al igual que mi contraparte joven, nadie se percat� en el jinete. Sent� como alguien tocaba mi hombro y, al darme vuelta, vi que era Thomas. 蒷 me pidi� permiso para concederle un baile con mi hermana. Mentir韆 al decir que no actu� de forma divertida al dirigirme a Thomas como si yo fuese un caballero de alta cuna. Los tres re韒os y, dej醤dolos disfrutar aquel momento a solas, me dirig� a la mesa m醩 cercana. Mientras agarraba una pata de pollo ba馻da en una salsa cuyo olor generaba una sensaci髇 de picor y satisfacci髇, no pude evitar sonre韗 al saber que 蒷ise hab韆 encontrado a alguien que la amar韆, cuidar韆 y proteger韆 tanto e incluso o m醩 que yo.
Amigos y familiares regocijaban al son de la m鷖ica. El aura desprendida invitaba hasta al m醩 t韒ido de los presentes a disfrutar con ritmo de los juglares. Mis ojos, —y por ende mi boca— estaban completamente enfocados en aquella pata de pollo que degustaba como si fuera el catador m醩 prodigioso de todos los reinos, apart醤dome de toda realidad adyacente. Ausente en los pensamientos de un ni駉 feliz, y hambriento, tard� en comprender que alguien hab韆 gritado. Y fue ah� cuando, al levantar la cabeza, vi el cuerpo de una mujer de baja estatura y cabellos cenicientos inm髒il en el suelo. Un silencio abrumador se adue耋 de la finca; se pod韆n escuchar las respiraciones. Es aqu� donde todo se vuelve difuso, puesto que la locura subsiguiente que explot� no me permite recordar con exactitud. Solo puedo decir como aquel extra駉 jinete avanzaba lentamente y que, de manera inexplicable, todos a su alrededor colapsaban para no volver a alzarse. El caos rein� en el lugar; hombres, mujeres, ni駉s y animales, todos fueron presas del frio abrazo del terror de lo desconocido. Algunos valientes intentaron detener al hombre de oscuros ropajes, pero de nada sirvi�. Todos se desplomaron antes de siquiera tocarlo. Paralizado del miedo, solo pude observar como aquel sujeto avanzaba lentamente; de repente, sent� como mi madre me agarraba y, dominada por el miedo, empez� a correr conmigo en brazos.
Por encima de su hombro, observ� como aquel jinete envuelto por su capa que desde aquella distancia parec韆 estar hecha por la m醩 oscura, repugnante y alien韌ena bruma que una persona —o en mi caso, un simple ni駉— podr韆 llegar a concebir, se acerc� a 蒷ise y Thomas. Thomas se puso entre 閘 y mi hermana, apuntando tembloroso con un palo —que vaya a saber de d髇de lo sac�— al hombre misterioso. Lanzando una estocada, Thomas simplemente se derrumb� sin poder siquiera tocar al hombre. Mi hermana se qued� inm髒il, pero en su rostro me pareci� reconocer un gesto semejante al que realizamos al encontrarnos con alguien que no ve韆mos hace tiempo. Como bien podr醤 entender, un ni駉 en estado de shock es capaz de imaginar cualquier tipo de extra馿ces. No se le puede culpar por eso. Al fin y al cabo, los adultos somos iguales, aunque no se nos perdona tan f醕ilmente como a los infantes. Alcanc� a ver como el jinete posaba su mano en la mejilla de mi hermana. Y en ella vi como sus ojos se volv韆n cristalinos y apretaba con fuerza la mano del jinete. No pod韆 creerlo. 縈i hermana sent韆 l醩tima por aquel asesino? Un odio amargo empez� a gestarse en mi interior, obstruyendo mi vista y forz醤dome a sujetarme firmemente a mi madre, que segu韆 corriendo. Al final, con ayuda de los 醨boles, ramas y arbustos, la perd� de vista. Sab韆 que 蒷ise hab韆 muerto. Pod韆 sentirlo. Finalmente, mi madre se detuvo frente a una choza abandonada no muy alejada de la finca. Tras entrar por la abertura en la que otrora una puerta otorgaba y denegaba el paso, me puso en el suelo. Con respiraci髇 agitada me dijo:
—Tienes que correr. Sin mirar atr醩 ni detenerte por nada.
—Pero, madre& —respond� atemorizado— 縬u� hay de ti? 縉o vienes conmigo?
—Me encantar韆, cari駉. Pero la edad me impide mantener este ritmo.
Mentir韆 si dijera que no me largu� a llorar.
—J鷕amelo. Que correr醩 sin detenerte hasta perder por completo al Jinete Oscuro.
Al escuchar ese nombre, en mi mente surgieron aquellas historias y rumores de como un hombre de apariencia similar inexplicablemente asesinaba a las personas a lo largo del reino. Los detalles de dichos eventos me elud韆n, pero una oleada de horror inmensurable se apoder� de m� al unir los puntos.
No bien hubo pronunciado mi madre esas palabras, con un 鷏timo y pesaroso aliento, su cuerpo se desplom� aterrizando en los oscuros brazos del jinete. No existen palabras capaces de describir lo que es presenciar la muerte de tu madre. Puedes tratar de formarlas, pero estas se esfuman como polvo al viento antes de que salgan por la boca. Lo 鷑ico que hay es dolor; un crudo y agudo dolor que se alimenta de la persona, un constante recuerdo de aquel tr醙ico suceso. Como en este momento, en los que describir su muerte ronda la imposibilidad, me qued� petrificado al verla morir. Mi madre. Mi protectora. Mi gu韆. No sab韆 que ser韆 de mi sin ella. El hombre deposit� con sumo cuidado el cuerpo de mi madre en el suelo. Podr韆 jurar que hab韆 algo en su semblante que me parec韆 familiar; tal vez su forma de caminar o sus ojos, que jurar韆 conocerlos. Plasmado frente al jinete, que se absten韆 de moverse y de hacer el m醩 leve sonido, vi —o al menos eso me pareci�— que en sus ojos se ve韆n envueltos por la capa cristalina de l醙rimas contenidas. Se agach� junto a m� y, al igual que sol韆 hacer 蒷ise, puso su mano en mi cabeza. Y luego, oscuridad.
Cuando despert�, conmocionado y confundido, me encontraba en lo que parec韆 una especie de vivienda. Desde la cama atisb� varias mesas repletas de recipientes cristalinos y de variadas formas, completamente desconocidos para m�, que suavemente reflejaban los destellos del hogar. El aroma a incienso impregnaba el aire. No era lo suficientemente fuerte para aturdir los sentidos, pero provocaba una sensaci髇 somnolienta. Por suerte, no estaba herido de gravedad, solo unos rasgu駉s y moretones. Lentamente, me puse de pie y decid� explorar el lugar. Era como una habitaci髇 gigante donde todo parec韆 estar conectado. Las paredes estaban plagadas con los retratos m醩 bellos que jam醩 haya visto. En ellos las figuras de hombres y mujeres con la m醩 fina de las vestimentas y miradas absortas de toda emoci髇, pero firmes en su determinaci髇, parec韆n vigilar aquel lugar en el que me encontraba y, por supuesto, a m� tambi閚. En la parte inferior de los cuadros, en una placa y —me di cuenta al recorrer el lugar— en rincones concretos de las paredes y los muebles, tallados con una fluidez que asemejaba a las pinceladas de los artistas de ensue駉 m醩 c閘ebres, unos s韒bolos ajenos a todo lo que mi peque馻 mente pudiese concebir parec韆n fusionarse en perfecta armon韆 con su ex醤ime anfitri髇.
Por unos segundos —que me parecieron horas—, me sent� atra韉o a esos s韒bolos. Abrumado por una sensaci髇 de libertad, como si por fin me hubiesen quitado grilletes que obstru韆n mis movimientos o si me quitaran un gran peso de encima, estaba a punto de perderme en aquella sensaci髇 adictiva cuando, de repente, la puerta del lugar se abri� dando paso a una mujer de simple vestimenta, resguardada por una capa embozada de la tormenta que, hasta ese momento, no hab韆 notado. Vi Vi que la mujer, tras bajar su capucha y depositar varios artefactos desconocidos en una de las mesas, ten韆 un rostro que ocultaba su edad. De apariencia joven, pero con una experiencia que indica lo contrario. Se quit� la capa y se agach� enfrente m韔 y levant� con su mano mi cabeza para analizarla. Supongo que por las heridas. Tras un bufido de satisfacci髇 dijo:
—Has dormido por tres d韆s y cuatro noches. Tienes suerte que te haya encontrado.
Me cost� entender lo que dijo, pues ten韆 un acento marcado que jam醩 hab韆 escuchado. Seguro proven韆 de otro reino.
—緿ormido? —le respond�.
—S�. No te preocupes, muchacho. Estabas malherido y exhausto. Es normal que tu cuerpo necesitase descanso. Ja, sigo sin entender como un ni駉 como t� acab� s髄o y en ese estado en esa choza.
—縎髄o? —se me hel� la sangre—. 縌u� hay de mi madre? 緿髇de est�? Estaba conmigo y&
—縈adre? Mi ni駉, no hab韆 nadie salvo t�.
Al escuchar aquellas palabras mis ojos se vieron invadidos por l醙rimas. No solo mis seres queridos hab韆n sido asesinados, sino que lo 鷑ico que me queda de ellos son meros recuerdos. Abrumado por la tristeza e impotencia, me derrumb� cual becerro reci閚 nacido y llor� hasta conciliar un turbio e inquieto sue駉. De esa noche no recuerdo m醩, salvo el fugaz recuerdo de aquella mujer consol醤dome.If you encounter this tale on Amazon, note that it`s taken without the author`s consent. Report it.
Cuando despert� dos d韆s despu閟, la mujer llamada Eres me ofreci� un rico desayuno a base de cereales y frutos secos y leche. Extra馻mente, gracias al desayuno recuper� mis fuerzas. Le cont� todo lo que hab韆 pasado en aquella, y en apariencia lejana, noche. Desde el baile con mi hermana hasta la llegada del Jinete Oscuro. Sobre la huida a hombros de mi madre y su muerte a manos del jinete. Jur� vengarme de aquel bastardo hijo de puta que asesin� a mi familia. Y Eres, al ver mi determinaci髇, se ofreci� para ayudarme.
Los a駉s pasaron r醦idos y fluidos como la corriente de un rio. En el tiempo que pas� bajo la tutela de Eres, averig —o m醩 bien ella termin� cont醤dome debido a mi insaciable, pero a la vez insufrible curiosidad— que ella era una prodiga en el estudio de lo arcano. Los s韒bolos tallados en sus muebles y paredes eran runas; runas de poder inmensurable capaces de sumir en la locura a aquellos incautos que tuvieran el "valor" de descifrarlas sin el entrenamiento adecuado. Adiestrado f韘ica e intelectualmente, pas� mis a駉s de adolescencia recorriendo poblados y ciudades varias. Desde pueblos donde sus habitantes eran amables y bienaventurados para con los desconocidos, hasta ciudades donde la traici髇, codicia y lujuria hac韆 mella en el alma de sus gentes. Una tarde, mientras descansaba frente al rio sobre una roca que a esas alturas consideraba mi propiedad, Eres me dijo que mi entrenamiento hab韆 concluido, al menos en lo referente a lo te髍ico. Tras una larga y exhaustiva lecci髇, Eres me dio un collar, una espada y un anillo imbuidos en poder arcano; en ellos hab韆 grabadas unas runas que me eran completamente desconocidas aun con mis estudios. En todos esos a駉s, hab韆 averiguado varias cosas acerca del jinete, pero, por extra駉 que pareciese, no se hab韆 escuchado de 閘 desde hace a駉s. Listo para continuar con mi b鷖queda, Eres me imparti� una 鷏tima lecci髇:
—Con estos artefactos, podr醩 transportarte instant醤eamente al lugar de tu elecci髇.
—緾omo si fuera una especie de& portal? —respond�.
—S�. Podr韆 decirse. Aun as�, he de advertirte que al pasar por ese portal —dijo haciendo 閚fasis en la 鷏tima palabra—, lo que veas puede resultarte& extra駉. Ten cuidado, pues las mentes humanas sin el entrenamiento adecuado sufrir醤 las consecuencias de hallarse cerca de esas runas.
Eres se puso a mi lado y me susurr� las palabras que habr韆 de decir para activar las runas. Palabras que jam醩 pronunciar� ni escribir� por el bienestar de aquellos que desafortunadamente sean testigos de las mismas. Ten韆 que decirlas para moverme de un lado a otro. Ahora s�, preparado al fin, tom� la vieja capa de Eres que sol韆 usar y que me regal� en un cumplea駉s, mont� a mi semental, cerr� los ojos y murmur� las palabras. Al cabo de unos segundos y un par de respiros entrecortados de mi caballo, abr� los ojos al verme embriagado por el olor a roc韔 y del pan reci閚 horneado. Me hallaba en un peque駉 pueblo que, a pesar de apenas estar despertando, empezaba a cobrar vida con sus habitantes iniciando sus quehaceres y trabajos rutinarios. El viento rug韆 fr韔 y h鷐edo, oblig醤dome a resguardarme en la conformidad de mi capucha. Espoleando suavemente a mi caballo, me adentr� en el camino principal que, ya bien adentro del pueblo, el mismo se convirti� en v韈tima indisputada del enorme rebullicio de las gentes. Desmont�, y decid� preguntarle a un se駉r acerca del jinete. Pero no bien me acerqu� al anciano, este colaps� al instante. Sin palabras, y, tras reaccionar, ped� ayuda a gritos. Varios pueblerinos se acercaron para socorrer al anciano, pero al acercarse, ellos sufrieron el mismo destino que el viejo. No entend韆 lo que estaba pasando, pues todo aquel que se me acercara terminaba sin vida en el suelo. El miedo hizo mella en mi interior. 緼caso dijo algo que no deb韆? 縃ice algo que no se supone que hiciese? Presa del p醤ico, me vi forzado a huir del lugar, antes de que me arrestaran, o que me mataran.
El resto de mi vida se bas� en lo mismo. Pueblo tras pueblo, ciudad tras ciudad. Fuera donde fuera, todo acababa igual. Con todos muertos. Muriendo por estar cerca de m�. Por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. D閏adas pasaron en las que, a pesar de esos desafortunados eventos, no aminor� en mi b鷖queda del jinete. Con el tiempo, mi coraz髇 se torn� vac韔 y hueco; pues lo que m醩 a駉raba se me hab韆 arrebatado hace mucho.
Ahora, viejo y sin casi fuerzas para seguir, pasaba mis d韆s delirando bajo el perpetuo acoso de voces del pasado; unas desconocidas tild醤dome de vil asesino, y otras vagamente familiares acus醤dome de cobarde y traidor. Mi noci髇 del tiempo se vio reducida a escombros, pues no lograba diferenciar ni el antes ni el ahora. Sent韆 que el pasado se fusionaba con el presente. El sufrimiento era tal que la 鷑ica escapatoria ser韆 la tentadora muerte. Con mis sesenta y ocho a駉s, cansado, adolorido, y posiblemente demente decid� continuar con mi b鷖queda, pues hab韆 adquirido informaci髇 sobre un futuro paradero del jinete. No era necesario usar el portal, ya que me encontraba a unos d韆s de distancia, y la verdad es que me vendr韆 bien el aire fresco.
Los 醨boles yac韆n bellos y desnudos, con su hojas anaranjadas y amarillentas reposando en la tierra. La suave caricia del viento y la luz de la luna, tan placida e inalcanzable, bendec韆n a los afortunados que se hallasen fuera de sus hogares en esos momentos. A medida que avanzaba, el leve sonido del gent韔 se volv韆 m醩 claro; seguido por el aroma a comida. Era una fiesta, pues la m鷖ica se filtraba por el denso bosque. Estuve un rato contemplando en silencio aquel lugar. Observando el gozo de esas gentes que no paraban de sonre韗. Plasmado sobre mi caballo, las escenas que avistaban mis ojos me tra韆n gratos pero lejanos recuerdos. Me vi abrumado por una sensaci髇 de familiaridad, pues sent韆 que ya hab韆 estado en aquel lugar. Finalmente, decid� desmontar y adentrarme en la fiesta. No quer韆 que nadie viera la vejez y la locura en mis ojos, as� que me resguard� en la conformidad de mi capucha. Una vez asegurado el caballo, no di ni tres pasos cuando, de repente, la vi. Cre� que mis ojos volv韆n a enga馻rme. Los frot� con fuerza, creyendo que as� ahuyentar韆 esa dolorosa ilusi髇. Pero no sirvi� de nada; ella estaba ah�, en medio del gent韔, bailando y riendo. Su pareja era un peque駉 de cabellos enmara馻dos. Soy yo, pens�. Casi cedo ante el temblor de mis piernas. 緾髆o era posible? Mi cerebro no procesaba lo que ve韆n mis ojos. Estaba ah�, a su lado; pero tambi閚 aqu�, junto a mi caballo. Vi como un hombre se me acerc� —a mi yo joven—. Era Thomas, el prometido de 蒷ise. Observ� como los tres re韆mos; como me alej� de ellos para sentarme en un banco donde me ofrecieron una pata de pollo, para luego un韗seme una mujer. La reconoc� al instante. Mi madre. Viva. El entendimiento de aquellos eventos me elud韆, como si se burlara ante mi incredulidad. 緼caso, de alguna manera, hab韆 viajado al pasado? 縀ra posible algo semejante? Y, de ser as� 縞髆o? Eres jam醩 hab韆 mencionado algo parecido. Asustado y con pensamientos brumosos, comenc� a retroceder, reacio de acercarme a mi hermana. El grito de una mujer me devolvi� a la realidad.
La finca se enmudeci� por completo. Una mujer postrada en el suelo, apuntaba con sus ojos vac韔s de vida en mi direcci髇, como todo aquel que tuviera el infortunio de acerc醨seme. Todos los all� presentes se quedaron plasmados, boquiabiertos; temblando, y de a poco, retrocediendo. Recuerdos fugaces acribillaron mi memoria. Entre ellos, el recuerdo de cuando perd� de vista a mi hermana mientras hu韆 a hombros de mi madre. El jinete estaba a su lado. As� que decid�, lentamente, avanzar hacia ella con el sonido seco de fondo de los cuerpos de a los que sol韆 llamar familia cayendo al suelo como sacos de harina. Por el rabillo del ojo atisb� como mi madre tomaba a mi yo del pasado en brazos y se dirig韆 a zancadas hacia el bosque. Familiares y amigos intentaron detenerme, mas su intento fue en vano. Sin darme cuenta, me encontraba al frente de mi hermana y Thomas. 蒷 intento detenerme con un palo. A鷑 me pregunto de d髇de lo sac�. Y al igual que tantos a駉s ha, se desplom� sin vida antes de siquiera tocarme. En ese momento, 蒷ise habl�:
—Sab韆 que vendr韆s —me dijo.
—Yo& yo no quer韆&
—Fran鏾is. Mi querido Fran鏾is.
L醙rimas inundaron mis ojos.
—縌u�? 緾髆o&? 緾髆o lo sabes?
—Supongo que siempre lo he sabido. 緼caso no lo recuerdas? Bueno, ahora que lo pienso eras demasiado peque駉.
—縍-recordar qu�?
—Cuando ten韆s dos a駉s desapareciste misteriosamente. Buscamos por todos lados, pero no logramos encontrarte. As� que decid� buscar ayuda. Recib� informaci髇 de una mujer. Una mujer que se hac韆 llamar Eres.
獺ab韆 escuchado rumores de que pose韆& ciertos poderes. Una especie de bruja. Estaba aterrada, pero si era la 鷑ica oportunidad de encontrarte iba a utilizarla. Me dijo que si quer韆 encontrarte ten韆 que firmar una especie de contrato. Firmarlo con sangre. En 閘 estaban dibujados unos extra駉s s韒bolos que jam醩 hab韆 visto. El solo posar los ojos en ellos generaba terror. Pero, a pesar de todo, lo firm� sin vacilar. Lo 鷑ico que me dijo era que, en mi fiesta de boda, llegar韆 un invitado. Alguien al que conoc韆 tan bien como a m� misma. Ahora me doy cuenta de que ese invitado eras t�. Tard� un momento en comprenderlo, pero cuando te vi ahora lo entend�. Tu manera de caminar cuando est醩 asustado no ha cambiado nada. No s� c髆o, pero est醩 aqu�.
No daba cr閐ito a sus palabras. Eres hab韆 enviado al Jinete Oscuro, a m�, a matar a mi propia hermana. 縋or qu�? 縌u� le hab韆 hecho yo? No sab韆 c髆o reaccionar ante aquella revelaci髇. Instintivamente, empec� a retroceder. Quer韆 huir del lugar. Pero 蒷ise me detuvo.
—Qu韙ate la capucha. Quiero ver a mi hermano.
—No soy lo que recuerdas. No soy el hermano que conociste. Soy un miserable asesino. Un desperdicio.
—Eres mi hermano. Viejo, pero a鷑 mi hermano. a! Qui閚 dir韆 que te ves bien con barba. Y una gris nada menos.
—蒷ise&
—Lo s�.
Se acerc� de golpe y tom� mi mano para pon閞sela en la mejilla. Sus ojos me miraban con melancol韆, al igual que cuando era ni駉. Lo 鷏timo que me dijo antes de morir fue: Te quiero, hermanito. Nunca lo olvides. Con 蒷ise en brazos, llor� como nunca antes.
La claridad se adue耋 de mi mente. Mostr醤dome exactamente lo que deb韆 hacer. Mis recuerdos parec韆n vivos. As� que llam� a mi caballo y, con mi capa ondeando al viento part� en busca de mi yo joven. Sab韆 d髇de estaba. Cabalgu� a toda velocidad, consumido por el dolor de haber matado a 蒷ise, y por saber que en meros momentos har韆 lo mismo con mi madre. Al llegar a la choza, la escuch� decir que me alejara del Jinete Oscuro. Lentamente, me acerqu� a ella por la espalda y, antes de que pudiese terminar su frase, toda se馻l de vida abandon� su cuerpo. La mir� y me desped� para mis adentros. Luego, suavemente, la deposit� en el suelo. Tras eso, qued� encarado con mi yo joven, asustado como nunca en su vida. Tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para que las l醙rimas no inundasen mis ojos. Respir� hondo, me agach� para quedar al mismo nivel que mi yo peque駉 y, al igual que mi hermana, puse mi mano en su cabeza. Abandon� la choza y me alej� a toda velocidad de aquel lugar.
Cabalgu� furioso en direcci髇 al hogar de Eres. Tard� casi un d韆 entero en llegar, pero cuando finalmente llegu� al lugar, me sorprendi� no encontrar aquella casa llena de extra駉s aparatejos y donde crec�, sino unas ruinas tan antiguas que eran casi irreconocibles. Estaba seguro que ese era el lugar. Pod韆 ver la roca junto al rio en la que sol韆 meditar. Una vez m醩, no sab韆 qu� hacer. Grit�, llor�, y patale� hasta que el cansancio me impid韆 estar de pie. Tras aquella decepci髇, vagu� sin rumbo por lo que me parecieron semanas hasta que encontr� un 醨bol con ramas lo suficientemente fuertes. Le quit� la alforja a mi caballo y lo mand� a correr lo m醩 lejos que pudiera. Ahora, rodeado por mis pertenencias, me encuentro sentado bajo la sombra del 醨bol escribiendo esta carta que, para informaci髇 del lector, es una confesi髇. Una confesi髇 de c髆o acab� con la vida de miles de personas. De c髆o asesin� a mi familia, a la gente que amaba. Se me hace imposible seguir escribiendo debido a que las l醙rimas empiezan a manchar el papel. As� que he de terminar aqu� mi confesi髇. Que la fortuna favorezca a quien se haga con esta carta. Si es que alguien lo hace.
Varios d韆s pasaron hasta que, de pura casualidad, un simple granjero que volv韆 del pueblo m醩 cercano despu閟 de un satisfactorio d韆 de comercio, vio desde la lejan韆 un cuerpo colgado de un 醨bol. Atemorizado, se apresur� hasta llegar al desafortunado. Not� que llevaba oscuros ropajes, y una capa embozada que parec韆 fusionarse con el viento al ondear. Con tristes 醤imos, sac� un peque駉 banco de su carromato y baj� al pobre hombre para darle un entierro digno. Horas despu閟, tras haber terminado y orado en su memoria, descubri� entre las hojas marchitas lo que deb韆n ser las pertenencias del sujeto. Aunque no le parec韆 correcto, por alguna raz髇 decidi� echarles un vistazo. No hab韆 mucha cosa. Pero s� encontr� un par de hojas escritas. Una carta de despedida, asumi� el granjero. Sent醤dose en su banco para poder leerlas, le pareci� escuchar a lo lejos el sonido de una risa. Una mujer riendo tan maliciosamente que helaba los huesos. Ahuyentando aquellos pensamientos turbios, ley� la primera l韓ea:
Mi nombre es Fran鏾is Demaret. Y he matado a mi hermana.